Tiempo estimado de lectura: 4 minutos.
Una de las dificultades que podemos encontrar en la práctica clínica, es cuando percibimos que con los padres de algún paciente la comunicación se pone confusa.
Sabemos que no hay mala intención, que no se trata de un manejo, pero … nos mandan mensajes a diferentes horas… se comunican por distintas vías. No sabemos si ya está respondido el asunto, o en qué quedamos.
Escriben o dicen sobre la marcha lo que van pensando o necesitando y eso luego se vuelve para atrás porque no era definitivo como uno creyó.
Por ejemplo con los cambios de horario. No me refiero a cuando necesitan ellos o yo alguna modificación. Digo cuando es una constante. Prefieren un día, pero después más tarde. O mejor otro día porque se superpone con otro compromiso.
O puede ser con la satisfacción o insatisfacción que nos muestran sobre la evolución de su hijo.
O cuando uno transmite algo, y es evidente que están entendiendo otra cosa.
O una forma diferente: gente que se muestra feliz por todo lo que su nene va pudiendo hacer, pero también hay un reclamo encubierto sobre todo lo que falta. Y casi sin terminar el párrafo, ya viene el reproche. Todo en un mismo continuo.
Ustedes saben, deben tener casos de este tipo que se les venga a la mente.
Esta ambivalencia es natural en todos nosotros. Nadie tiene claro lo que quiere ni lo que puede, porque, es lógico, somos seres dinámicos.
La vida es así. Y en la medida que fluimos, se van acomodando algunas cosas.
Pero algo tenemos que hacer aquí. El asunto es qué?
Opción 1: fastidiarnos. Proponernos tomar el control de los que se dice y se comunica. Interpelarlos al orden y evitar las idas y vueltas. Ajustar las pautas del encuadre.
Opción 2: trabajarlo.
Cuando esto es un patrón de comunicación, debemos analizar la situación desde otra perspectiva: la del hijo, nuestro paciente.
Un gran consejo que me dio una profesora hace años, es pensar que los terapeutas, yo- psicopedagoga frente a esta escena, estoy viviendo lo mismo que vive mi paciente cada día de su vida. Somos espectadores de su película en 3D.
La confusión, la contradicción, el amontonamiento de palabras que tal vez no van a ningún lado. Las ideas marcha adelante y marcha atrás.
Y comprender eso va a facilitar nuestra intervención.
Porque no es un tema menor.
Que un niño esté expuesto a este tipo de desencadenantes, puede ser muy perturbador.
Ni siquiera estoy refiriéndome niños con un problema de aprendizaje en particular, un tipo de cuadro que pueda tener nuestro paciente. Estos tejemanejes como se decía antes, afectan a todos.
Imaginen que si esto nos toca a nosotros, adultos, en el diálogo profesional con esos padres, pensemos cómo lo decodifica un niño inmaduro, con sus necesidades.
Pero ojo. Previo a proceder, antes que nada y como siempre, analizar la situación. Revisemos si
- nuestra forma de plantear las cuestiones tiene la claridad suficiente.
¿No seremos nosotros los que generamos este ruido?
- Pensemos si nuestras expectativas no son demasiado altas.
¿Estamos esperando mucho, y antes de tiempo? Podría ser que en este caso las dificultades del niño con que nos encontramos son consecuencia de estos modos confusos de emitir y recibir mensajes. Tal vez es el foco adonde tenemos que poner nuestra atención.
- ¿Estamos sosteniendo el encuadre dentro de las pautas planteadas, pautas razonables y bien explícitas?
¿Algo de mi proceder promovió este tipo de intercambios? Tal vez se trata de algo que generamos nosotros, un grado de confianza que se sale del contrato terapéutico que da lugar a estas situaciones.
Habiendo reflexionado en torno al caso, es hora de llevarlo a la acción.
Propongo entonces tomarlo y trabajarlo. Con el respeto de que es parte de la idiosincrasia de esta familia, que así es como viven como familia. Pero teniendo claro que nuestra intervención debe aportar ayudas o recomendaciones priorizando la perspectiva de nuestro o nuestra paciente.
Psicopedagoga
Siempre poniendo las palabras justas a nuestras vivencias y realidades. Gracias Maria Inés!!!