Demasiado quieto para mi gusto

Qué incómoda esa sensación de que estás haciendo lo mismo sesión tras sesión.
Siempre lo mismo. Sin variaciones. Cada vez que viene este paciente la sesión consta de un tiempo en que se reitera la elección de juegos, se reactivan las rutinas, operamos desde los mismos esquemas y rituales ya conocidos. Imposible evadir la pregunta: ¿esto está bien? ¿Esto es lo que tenemos que hacer? ¿Sostener esta ‘meseta’? ¿Tolerar las mismas elecciones sin poder generar cambios, aceptando la repetición de estructuras, las de la sesión y de las estructuras mentales?
¿Qué dicen?
Quisiera que no. Pero sí.
Aceptamos mantenernos trabajando ante esa rigidez que empobrece el intercambio.
Asistimos a la escena de esa inflexibilidad que aburre y somete.
Pero lo hacemos porque es necesario transitarlo, porque sino, los cambios no van a llegar.
Y de la preocupación de estar instalados en un formato predecible, pasamos a una pequeña novedad que trae aire fresco al proceso de nuestr@ paciente, a la sesión, pero sobretodo a nosotros y al análisis que hacemos de este nene, renovando las ganas de seguir trabajando.
Este tedio que se instala en algunos tratamientos, lo podemos pensar como señales del proceso que vamos analizar, como un desafío a la resistencia en el sentido de mantenernos en batalla, propiciando condiciones para hacer pie en nuevos lugares.
Y mucho lo pienso como la parte que hace que nuestro trabajo sea necesario.
Pensemos a los tratamientos en etapas, en las cuales puede aparecer, en algunos casos – no en todos – un estado de quietud e inmovilidad.
Pensemos si sostener esa etapa beneficia o perjudica.
¿Hay que hacer? ¿Hacer por hacer? ¿Empujar a la productividad?
Tal vez hay preguntarle a esa manifestación qué está significando para ese niñ@ en particular.
Esto lo digo por el paciente, por su desarrollo personal, cognitivo, su madurez, su salto hacia adelante.
Pero también lo digo por nosotros. Por mí cuando me aburro, cuando me desmotivo, me impaciento.
Por esos momentos en que me tengo que recordar y poner en perspectiva que esa aparente inmovilidad no es por fallas en el plan de trabajo, no es por impericia, no es por una situación anómala, sino que es lo que está pudiendo/necesitando mi paciente y que si los objetivos planteados son reales y posibles, los voy a mantener delante de mis intervenciones.

María Inés Acuña

Psicopedagoga

Por | 2019-09-26T21:06:21-03:00 septiembre 5th, 2019|[Ser Terapeuta]|2 Comentarios

  1. Beatriz Vallarino septiembre 6, 2019 at 6:54 pm - Reply

    María Inés, gracias, gracias y más gracias. Estoy transitando un periodo de «meseta» con un pequeño paciente, pero entendiendo que hoy es lo que puede, y que en ese poder me da en cada sesión un poquito más de espacio para interactuar con él. Leerte siempre es un placer y una brújula para mí.

  2. Felicia Burlando septiembre 6, 2019 at 10:38 pm - Reply

    Esta reflexión nos recuerda que hay que disitinguir «proceso» de «rutina».
    En la rutina hay un «como si» trabajáramos. Pero no hay plan, .
    En el proceso hay un «ir hacia», No se pierde de vista cuál es a meta.
    En el proceso el empantanamiento forma parte del camino, Y el trabajo de repetición busca asentar el terreno para salir de la inmovilidad,
    Estamos trabajando, «vamos hacia», aunque estemos parados,

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