Pasamos muchas horas dentro del consultorio.
El que pide ayuda y su psicopedagog@, como jugadores de un mismo juego, compartiendo ciertas reglas en un espacio-tiempo.
Siendo un juego que no es un juego, es un trabajo.
Quien ayuda, entra a ese juego desde una posición no ingenua. Busca algo. Pero… para poder cumplir sus objetivos, será solamente un jugador.
Quedarán afuera las preocupaciones del momento y los estados mentales personales.
A diferencia de otras actividades, la herramienta es uno mismo.
No usamos un teclado, o un telar, una maquinaria, elementos de cocina como en otros trabajos.
Sin embargo en nuestra tarea incluímos muchas de esas acciones en cada sesión. Activados por nosotros mismos.
Son horas que pueden pesar en el cuerpo porque estamos disponibles para un vínculo muy intenso con otro. Niñ@s y adultos que nos requieren en nuestra atención y emoción.
Son horas en las que no podemos enterarnos de las noticias, del tráfico, del clima. O de lo que pasa en casa, hacer algo que nos olvidamos, contestar una llamada.
Y cumplimos esas reglas: dejar fuera de sesión, suspendiendo lo propio y poniendo a disposición lo que nuestro acuerdo dice.
Pero giremos el tablero, desde el otro lado de ese jugar. El tiempo propio que también podría tener reglas, complementarias.
Porque son las reglas que nos cuidan y de un modo, también cuidan a nuestros pacientes. Las que indican que fuera de ese tablero estoy conectada solamente con mis espacios.
El tiempo de los pacientes, es el que está agendado.
Y yo cumplo al final del día, con retirarme de ese espacio-tiempo.
Claro, es inevitable que haya niños y familias que requieren más de nosotros que su hora puntual.
Porque hay llamados que hacer, cosas que escribir o estudiar, materiales para buscar… emociones e ideas para elaborar.
Pero es legítimo decir, como lo hace otro tipo de trabajador, que el trabajo se termina cuando nos vamos.
En una época en que estaba muy tomada por el deseo de trabajar bien, me desvelaba. Me faltaban horas de sueño, pensando en maestras, niños, madres, juegos… agotador. Pero en la lucidez de los desvelos, pude ver que estaba despierta por un hijo ajeno.
Y pensé si la madre de ese su-hijo también estaría desvelada. Si no duermo por la noche (es una de mis reglas) será solamente por mis hijos.
Cuidar nuestros espacios de intimidad y refugio es tan importante como leer, estudiar y formarnos.
Somos nuestro propio recurso, el mejor disponible. No hay otro.
No hay reemplazos ni se consigue en cuotas.
Cuidarnos, cuidar nuestros vínculos, nos llena de energía vital.
Estar bien, sano, conectado con lo positivo de la vida, con los afectos, sabiendo que podemos llegar tarde a casa, pero que estamos en cuerpo y alma, en cada lugar en su horario.
Psicopedagoga
29 de marzo de 2017
Exacto! Estar todo el día a disposición de nuestros pacientes no nos hace mejores profesionales. Cuesta regular espacios y tiempos de consultorio, pero es saludable!… 🙂
Absolutamente. Te mando un beso Paula!
Me siento muy identificada… esa sensación de salir del trabajo y no poder desconectarme. A veces me quedo como atrapada…
Es un aprendizaje psraxsiemprexque hace poco por saludxrerkine aprendiendo,pero qudxdebenos hacer y respetar…..
Hola María Inés! Gracias por aceptarme en este espacio tan valioso. Fue mi profesora en UNSAM,en la materia Diagnóstico. Hermosos recuerdos de su aporte en mi carrera y como ser humano!!!
Comparto plenamente lo expresado por usted, a veces el trabajo y el compromiso por ese niño que llega a nuetras vidas, en mi caso como docente y a veces como psicopedagoga, invade el tiempo personal y debemos aprender a cuidar nuestras emociones y vínculos.
Un abrazo a la distancia
Gracias por estar aquí Claudia! y bienvenida a participar.
Un placer seguir en contacto