Afianzarnos en nuestra tarea, es un proceso que a los terapeutas nos lleva unos cuantos años.
Saber efectivamente que contamos con suficientes herramientas y reconocer cuando estamos ante una novedad que necesitamos investigar, es todo un recorrido sin atajos.
Lo estoy equiparando a la idea de cómo nos orientamos en una ciudad nueva.
Generalmente contamos con un plano.
Una guía inicial que nos permite reconocer las avenidas principales, monumentos, puntos de especial interés. Los barrios. Los parques.
Muchos viajeros preparan su viaje estudiando la historia, la cultura, las costumbres de la región anticipadamente. Dicen que ya están viajando.
Exceptuando a la gente más intuitiva y capaz, gente que capta la totalidad desde el principio, esa información solamente sirve para que la mayoría de nosotros, podamos reconocer las generalidades y no estemos tan perdidos.
Pero, a medida que transitamos por los barrios, ganamos otra confianza.
Nos orientamos y descubrimos a la ciudad en una escala topográfica menos teórica.
Cuánto más, si nos hacemos parte del entorno.
Habitamos y poblamos, sitiamos los lugares.
Reconocemos algunas zonas por los signos más sutiles.
No pensamos más qué calle viene después de cuál: lo sabemos.
Incorporamos cómo manejarnos con el transporte público, anticipamos horarios y costumbres del movimiento de la ciudad.
Es un saber que está internalizado y se manifiesta.
Las percepciones y movimientos se activan y podemos responder, la mayoría de las veces, sin preguntarnos qué estamos haciendo.
Empezamos a despegar al reconocimiento de la razón.
Casi como ser intuitivos.
Y aprendemos a disfrutar las cuadras lindas, manteniendo la sensación relajada de seguir paseando, y en cuáles tenemos que prender el radar y prestar atención para no desorientarnos o tener alguna dificultad.
Esta incorporación mental de los recorridos, ese plano vívido que se nos forma, la unión de las experiencias con los lugares que les da permanencia en nuestro registro, detectando regularidades/ novedades, no se logra sino hasta haber caminado bastante nuestra ciudad.
Ser terapeuta, en mi caso del aprendizaje, tiene esa belleza cansadora de estar en viaje.
Sé cuánto sé.
Hasta dónde aprendí y todo lo que quiero seguir aprendiendo.
Confío sin temores ni ansiedades en el mapa mental que pude hacer.
Sé que si voy atenta, van a seguir apareciendo nuevos lugares.
Sé que cuanto más camino, mejor se me aparecen esos rincones, callecitas, pasajes, cambios que hacen que mi trabajo siga resultándome tan placentero.
Les deseo un feliz viaje.
Nada más.
Caminen que caminando se llega a todos lados.
María Inés Acuña
Psicopedagoga
Cuanto más camino, más deseos de recorrer, comprender,aprehender, y seguir aprendiendo. Incansablemente…
Saludos!
Un abrazo para vos Cris!