Empiezo este post agradeciendo muy especialmente a quienes se suscribieron en el último tiempo, a pesar de que la escritura del Blog estuvo en pausa por varios meses. Gracias, por darle valor a nuestra Palabra Apropiada. Gracias por los mensajes que lo mantuvieron despierto. Ese afecto continuo que me brindan, es una fiesta para mí.
Que sigan llegando al Blog quiere decir que lo escrito sigue motivando lecturas e interés.
Esta vez quisiera dar un cierre al año con un último posteo y contarles porqué se pausaron las publicaciones.
Omito a propósito el stress continuo que tuvimos por la constante vivencia de peligro… pero la verdad es que no tuve un mal año, trabajé mucho y lo disfruté bastante.
A mis pacientes les fue bien y las familias con las que trabajo mantienen su voluntad de seguir adelante. Fui tenida en cuenta para varias consultas que pude resolver. La actividad académica se potenció y eso trajo sus frutos… Muy bien … estoy conforme. Contenta con un año fructífero, que hubo que remontar, que nos soprendió y nos hizo descubrir todo lo novedoso. En paralelo es un año que deja sus secuelas: un cansancio tremendo, extrañar, aceptar el viejo dicho de que las cosas no siempre son como queremos.
Si me enfoco en el trabajo, podría decir que se hizo muy evidente el nivel de expectativa que se genera hacia los y las terapeutas. Las consultas se sostuvieron e intensificaron, tuvimos que sacar herramientas de donde no imaginábamos, modificamos horarios, honorarios y mentalidades. Cambiamos objetivos y facilitamos la accesibilidad. Lo que me inquieta – y el tiempo dirá si fue bueno o no- es que cambiamos criterios: con cada paciente me plantée hacer lo posible dentro de lo posible.
Y este es un tema serio, porque:
Faltó decir: estoy acostumbrada a transmitir lo que pienso. De manera suave, cuidadosa, atenta a cuánto y qué puede recibir cada quien intento ser lo más clara y directa posible. Porque la comprensión/ información que tengo de un paciente no es mía, es de su familia y de él o ella. Sin embargo en estos meses, opté por no movilizar aquello que no puedo continuar trabajando. Hubiera querido promover cambios de escuela, proponer alguna estrategia particular, indicar cuestiones que necesitan encontrar su momento.
Y faltó ver: ver cómo se están dando, por ejemplo la evolución de ciertas condiciones en los contextos naturales, poner a prueba las conquistas, ver a las habilidades/dificultades en juego.
Creo de todos modos que este hacer, que percibo como de «menor intensidad», extendió la línea de mi esfuerzo más allá de lo que yo me esforcé por mí. Puse más en juego para otros que por mí, en un plus agregado que no sé si me deja conforme. Y como cada fin de año, y este en particular, más todavía, me pregunto si estuvo bien trabajar enormes cantidades de horas de corrido, sentada frente a una computadora. ¿Tiene sentido? ¿Tiene sentido estar así de disponible para requerimientos virtuales con tanta carga emocional?
Y me cuestiono: ¿porqué se me impone que
- sólo en lo presencial están los logros?
- que este año fue sostener para no dejar caer?
- que el cansancio y las exigencias se magnificaron pero las conquistas se relativizaron?
Pienso en el regreso. Quiero volver a encontrarnos y que el plus de intensidad con que normalmente trabajo, ocurra en comunidad.
Estuve recordando algo de hace varios años. Mi hijo mayor tendría unos 12 años y era esa fase en que la ropa de chico es infantil, y la de grande no queda bien. Fuimos juntos a un negocio y el vendedor, traía y mostraba prendas que no terminábamos de elegir. De repente tanto mi hijo como el vendedor empezaron a cantar la música de fondo que acompañaba. Cada uno perdido en su canto silencioso, diciendo junto a Ciro
“No te asustes si me río como un loco,
es necesario que a veces sea así.
Será la vida que siempre nos pega un poco,
nos encandila con lo que está por venir”
Ahí sentí que la adolescencia de mi hijo se inauguraba oficialmente. Que ya mi hijo no iba a ser igual a lo que había sido hasta poco antes, que la etapa de la infancia llegaba a su final, que se empezaba a instalar en un lugar igual, o parecido al de sus congéneres. Y que este proceso se inauguraba con otros.
Eso es lo que nos faltó este año. Cantar al unísono, vernos reflejados en el otro, que la actividad aunque sea individual, siempre sea compartida.
Y por eso escribir Palabra Apropiada no fue fácil.
Estuvimos presentes, pero no de la manera que sabemos. Soy una observadora de los procesos y de las preguntas que nuestro trabajo impone, de entender en el otro lo que me pasa a mí. De ver en la participación concreta cómo se producen los cambios, en el continuo, en el cuidado porque eso suceda.
Pero apuesto a que pronto tengamos la oportunidad de nuevas lecturas y encuentros. Que la escritura del Blog fluya desde la experiencia compartida y de los descubrimientos «en humano«, ya no virtuales.
Me despido deseándoles un buen descanso, un verano apacible sin pantallas, y que 2021 nos vuelva a encontrar sanos, activos y con nuevos proyectos.
Psicopedagoga
Gracias María Inés!!!! Gracias por tus palabras! Me invade el mismo sentir!!! Increíble. Me emociona. Gracias por compartirlo. Felicidades!!
Gracias Maura!
Hola Iné, un placer leerte, como siempre.
La palabra apropiada, precisa, me siento reflejada en tanto de lo que hablas…. No podría expresarlo tan bien como vos sabes hacerlo.
Beso gigante
Buen comienzo a la nueva normalidad que nos espera
Gracias María Inés, deseo para vos y para todos los seguidores de tu blog que en esta pausa recuperemos energía para transitar el 2021 que se aproxima. Salud, paz, esperanza y amor para todos!!!