Sobredosis de presencia

Tiempo estimado de lectura: 5 minutos.

«No lo puedo dejar solo.

Se pone a llorar. Se angustia.

Me pide que no me vaya y se agarra de mi mano. No me quiere soltar.

Es un poco incómodo delante de otra gente. Porque yo quiero agarrarlo, me da pena que llore así.

Pero después te dicen que te tomó el tiempo.

Y no quiero quedar como una flojita.

Me tengo que poner firme, ya lo sé. Muy bien no me sale. Pero tomo fuerzas, pego dos gritos y se acabó».

En el consultorio

Lo escucharon alguna vez, ¿no? ¿Lo vieron antes de entrar a una entrevista? Costaba que el nene o nena se despida de su mamá en la sala de espera y vaya a trabajar con ustedes. Ante ustedes se formó este berrinche.

Y ahí ¿qué hacemos? Así estará difícil poder trabajar.  ¿Tenemos que actuar? ¿Cómo lo haríamos?¿Hay que poner ese tan mentado límite? ¿Los hacemos venir otro día? ¿Cambiamos de especialidad?

Todo esto se me ocurre cuando estas escenas se desatan delante mío. Pienso todas esas opciones. Me pregunto qué estoy haciendo y qué puedo hacer frente a este colapso madre- hijo,  yo una desconocida, al menos una externa.

Pero como tengo bastante domada la acción y puedo anteponer la reflexión, primero miro…. pienso….  y después actúo.

Frenar la reacción

Aunque todo sea muy rápido e intenso, hay que frenar la película y ver la foto, atenta a los detalles.

En primer lugar … calma. No pasa nada si demoramos el ingreso a la sesión dando lugar a esta escena. ¿O ustedes creían que trabajamos solamente con nenes buenitos que se sientan al escritorio a escuchar y ejecutar consignas? No no no no. Los niños que necesitan nuestra asistencia, tal vez necesitan que veamos estas escenas para poder intervenir de forma situada. Los nenes peinaditos y sonrientes para la foto son eso, una foto, por no decir una ilusión. En mi estadística empírica poco científica, solamente un 40% de mis pacientes puede presentarse así.

Por eso y para organizar mi accionar, deberé pensar ¿con quién me identifico? ¿con quién sintonizo en esa situación? ¿Con el que llora? ¿Con el que cuida?

¿Siento el cansancio y el agobio de esa madre/padre?

¿Siento abandono junto a ese niño?

¿Siento que ante ellos soy un extraño metiéndome de manera amenazante donde ellos no quieren?

Lo pienso. Me calmo. No intervengo.  Estoy estudiando y decidiendo mi posición.

No la tengo decidida de antemano, porque con cada familia mi lugar tomará distintas formas.

Y cuando diga lo que diga, lo sostendré sin dudarlo. Lo que diga será definitivo. No ablandar la indicación. Sostener la palabra dicha.

Y quiero ver cómo calma esa mamá a su hijo. Qué recursos tiene, qué ofrece y cómo.

Si yo también empiezo a tirotear opciones apuradas, voy a entrar en el mismo tironeo de ellos y yo aquí sé que estoy para calmar.

Sigo mirando. Que ellos avancen en este suceso. Mientras no haya agresiones puedo seguir mirando. Y pensando.

Decido que entren los dos al consultorio, que mamá acompañe y esté mientras cachorro me conoce y entiende de qué se trata el espacio. Si lo necesitan por varias entrevistas, así será. Y cuando ya no haga falta, mamá va a salir a la sala de espera. Mientras puede leer por ejemplo. Atender a otras cosas, que no son su hijo. Y con cachorro le mostraremos las revistas que puede leer y se las ofreceremos.

Llantos y caprichos

Cuando esto pasa delante mío,  primero me digo qué suerte que tengo de ver en vivo y directo aquello que cuando me lo cuentan, no lo llego a visualizarlo tal cual es.

Luego valoro el fuerte apego de ese niño a su madre, y viceversa. Para él su cuidador/a es su refugio y conecta tan fuertemente que no puede despegarse. Tan fuertemente que quiere quedar cada segundo a upa de ella. Cuerpo a cuerpo. Presencia real y concreta. Que si no la ve, el mundo se vuelve incomprensible y amenazante.

Y le diré a la mamá lo que de verdad pienso en muchos casos. «Qué suerte que te tiene. Qué suerte que estuviste todo este tiempo. Porque la que sabe si esta demanda es legítima o no, sos vos. Porque si tu hijo tiene o tenía dificultades, un abrazo tuyo va a poderlo calmar … hasta que aprenda … a calmarse solo. Y eso lo hará solamente si lo aprende, poco a poco y con vos.

Por eso y porque nadie pide lo que le sobra,

sobredosis de presencia

Si estamos ante un niño o niña que va ganando confianza en su entorno, esta necesidad de aferrarse se irá extinguiendo y orientando hacia otras cosas más interesantes.

Pero lo contrario no pasará nunca: cuanta más inseguridad sienta, más aferrado a lo conocido estará, y más negado a conectarse con las novedades que se le presenten.

 

Ponernos a trabajar

Reitero: ¿porqué creímos (yo lo creía) que los pacientes llegan a nuestra consulta listos para empezar a trabajar?

¿Quién dijo que el terreno está preparado para que metamos mano, sembremos y cosechemos florcitas de primavera en el día 1? Algunos nenes viene con una actitud-escritorio muy clara. Pero muchos otros no.

La mayoría de los nenes con los que trabajo necesitaron un tiempo para incorporarse a las rutinas de mi propuesta.

Al principio uno siente que no está haciendo lo que debe hacer. Que nos están pagando por algo que no estamos haciendo. Pero si no damos este tiempo de armado del caso, los pre-objetivos podríamos decir, no vamos a ningún lado. Y eso es parte del trabajo. Eso es el trabajo en esta primer etapa.

La intervención más psicopedagógica ya va a tomar lugar. No se preocupen. No nos vamos a olvidar ni estamos distraídos.

Pero para empezar, vamos a ir dando tiempos de juego, permitiendo que nos pongan a prueba, que nos hagan esas pruebas de resistencia que vamos a poder pasar si pensamos antes de actuar.

Autoayuda

Mientras ocurre el caos, estamos solos. No hay supervisora ni profesora, no llego a abrir la «guía de orientación» bajada en pdf de internet, no sé qué hacer.

Pero sí se qué NO HACER:

  • No gritar
  • No enojarnos
  • No negociar
  • No impacientarnos
  • No recibir el capricho como algo personal.
  • Poner el límite de que nada del consultorio se puede dañar, porque es de todos los que aquí vienen a trabajar.
  • Poner el límite a las agresiones o a las faltas de respeto. Inmediatamente las cancelo. Eso NO se admite en mi consultorio. (Hay otro artículo en preparación sobre esto).

Y de a poco introducir los SI hacer:

  • Ir haciendo actividades de tiempos breves y alternando entre lo que pide el niño y lo que ofrecemos nosotras/os.
  • Ir cerrando la sesión antes de que el paciente manifieste nuevamente el fastidio si pudo entrar a trabajar.
  • Ir buscando un ritmo compartido de actividad.
  • Ir buscando cierta predictibilidad en nuestra sesión.
  • Ir mostrándole con énfasis que registramos en nuestras notas lo que el niño hace y dice, haciéndole notar que su actividad en la sesión tiene un “valor clínico” para nosotros. Esto para ir formando una estructura de trabajo que para nosotros es clara, pero para el niño no.
  • Ir mostrando al nene o nena que aquí estamos haciendo algo con un objetivo que es suyo y nuestro.

Como ven, escribí con mucho gerundio. Porque de eso se trata. De algo que va llevando su tiempo, para que cuando el terreno sí esté preparado, la propuesta más psicopedagógica, la que resulta más conocida para nuestro trabajo, la que tenemos programada, encuentre su lugar y tenga sentido. Para él/ella y para nosotros.

Buena semana y nos seguimos leyendo el próximo jueves.

 

María Inés Acuña

Psicopedagoga

 

 

 

 

 

 

Por | 2019-05-17T13:45:46-03:00 abril 25th, 2019|[Familias]|6 Comentarios

  1. Mariana abril 26, 2019 at 8:45 am - Reply

    Hola Ines! Gracias por tu artículo. Me es de mucha ayuda. Actualmente estoy trabajando con dos nenes en el consultorio que presentan resistencia al tratamiento. Con uno de ellos, ya de a poco estamos trabajando, periodos cortos.
    Con el otro nene es más difícil, ya que quiere manejar siempre los tiempos, actividades.. ya vamos seis encuentros y es muy poco lo que se pudo avanzar. Estoy pensando si realmente puedo trabajar con el niño..

    • María Inés Acuña abril 28, 2019 at 11:25 am - Reply

      Hola Mariana. Es una buena pregunta. Hay pacientes con los que no podemos trabajar por cuestiones nuestras o de ellos. Y también hay familias que no están preparadas para consultar ahora. Tal vez hay consultas previas para hacer: psicología, orientación a padres… Fundamental en estos casos es el rol del pediatra. Contame luego cómo te fue. Un abrazo!

  2. Monica abril 26, 2019 at 6:33 pm - Reply

    Como siempre María Inés, un gusto leer tus palabras!. Estando en el.ultimo.año de.la carrera siempre surgen esos miedos. ¿Cómo será.cuando ejerzamos esta profesión?. ¿Hasta dónde poner límites a nuestros pacientes y hasta donde permitir?. Lo importante es.darles y darnos tiempo para generar esa confianza, para que quieran volver creo yo. Gracias!

    • María Inés Acuña abril 28, 2019 at 11:25 am - Reply

      Gracias a vos Mónica!

  3. fLOR Dionisi abril 29, 2019 at 9:22 am - Reply

    Hermoso leerte, cuanta sabiduría, pasión y amor hay en todo lo que haces!!!!

  4. Cris mayo 1, 2019 at 7:08 pm - Reply

    Gracias! Son de esos temas que nos pasan pero no los hablamos porque quizás pensamos que hablan de nuestra ineptitud y no de una cuestión donde se entrecruzan muchos factores.
    Saludos!

Deje un Comentario Cancelar la respuesta