Trabajar en duelo

     

Les propongo hoy hablar sobre nuestros duelos, por eso el título del artículo. Pero también y más adelante, vamos a ocuparnos de trabajar el duelo, en el caso de que a un paciente le toque vivir alguna pérdida.

Porque el dolor es silencioso. Se mete hasta el fondo de nuestra alma y tiñe todo lo que vemos del mismo color. Es como la humedad. Se pega en los huesos, se instala en nuestros bordes y hace que todo sea resbaloso. La realidad, las intenciones de los otros, las cosas que pasan a nuestro alrededor se ven borrosas pero no importa. Porque lo que ocupa todo nuestro lugar es el dolor. Es la reiteración de preguntas sin respuestas.

¿Porqué… porqué? ¿Porqué?   ¿Porqué a mí?  ¿Porqué ahora? ¿Porqué no puedo volver el tiempo atrás? ¿Porqué todo cambió sin retorno y se acabó mi mundo como era? ¿Porqué me desalojaron de esa vida feliz que tenía?

Este drama que se adueña de nuestro presente puede ser pequeño o grande. Cada uno sabe porqué llora. Una pérdida, una mala noticia, un imprevisto, una enfermedad. No importa qué evoques cuando estás leyendo esto. Si estás atravesando un duelo, o te tocó vivirlo, te das cuenta de que es así. Que cada día te levantas diciendo “esta tristeza no tiene final, seré infeliz por siempre, es un cristal que se quebró y nada va a volver a ser como era antes”.

Entonces no es solamente que te lamentás por lo que te toca vivir, esa noticia inesperada que te dejó la sangre helada. Sino que tu mundo se desfiguró y cambió tu realidad para siempre, cambió quién eras hasta ese momento y lo que tiene o no importancia para vos. Las cosas ya no van a volver a ser como fueron. No hay retorno.

Si la circunstancia fue grande, probablemente las familias con las que trabajas sepan lo que estás viviendo. Pero si es algo más privado, seguramente no será conocido por nuestros pacientes o sus familias.

Paradójicamente eso es algo un poco bravo de nuestro trabajo. Estas familias por cuestiones de encuadre no saben mucho de nosotros, lo cual en muchos momentos es una positiva forma de protegernos, de conservar la intimidad de quiénes somos, en un trabajo que involucra fuertemente la afectividad y la presencia humana en algo que es trabajo.

 Pero a la vez nadie te pregunta cómo estás. Y tu dolor no sólo te atraviesa, sino que es invisible para el resto. Y con esa carga vas a ponerte frente a tus pacientes, intentando balancear la mente y trabajar lo mejor posible.

Porque hay que seguir adelante. Algunas/os pueden hacer una pausa en la actividad. Porque tienen ahorros, o su pareja puede absorber esta etapa, o tiene una familia que hace el soporte y pueden dar un tiempo natural al proceso hasta sentir que ya reequilibró las condiciones para volver a trabajar.

Otros no. Hay que arremangarse, como dice el dicho, reponerse y salir a trabajar. Cualquier licencia en nuestro trabajo es a costo asumido por uno mismo. Yo si no trabajo, no gano. Ni en el consultorio, ni en la docencia ni en los asesoramientos, si no estoy en cuerpo, alma y acción, no me pagan. 

Si el duelo se cronifica y se instala una depresión, estamos hablando de otra cosa, que requiere otros términos y apoyos. Pero para quienes el golpe es una caída, pero no una derrota, viene el desafío de reponerse y no importa lo que estés viviendo. Justo cuando necesitás recibir atención exclusiva tenés que sacar fuerzas de algún lado para dar servicio a otros.

Y vas a intentar ponerte al frente de tu trabajo, retomar con tus pacientes, balancear la mente y hacer lo mejor posible.

Y a esto quiero llegar. Puede ser, no sé si en cada caso es así, pero en muchos lo es, que trabajar te devuelva a lo normal, a lo conocido. A cuando la historia era como te gustaba. Después vas a volver a lo que te está pasando, a recordar que no fue un sueño. Que eso que no querías, sí pasó. Pero el mientras tanto, va a activar esa forma de responder, esos hábitos, eso que sabés hacer. Y que cuando el paciente está ahí, te sale sin pensar. Vas poder proponer, jugar, escucharlo, postergando escucharte hasta que se haga un momento de quietud.

Resultado de imagen para preppers

Claramente esto lo digo desde el lado luminoso de la vereda. Poder pensar en positivo requiere de una energía que no está disponible cuando no la estamos pasando bien. Por eso apuesto a que a lo largo de nuestra vida demos lugar al trabajo personal, a profundizar nuestra formación y a no ser negadores de la realidad, con sus altibajos. Y no me refiero a tomar resguardos como los que hacen los preppers, esos fanáticos que se anticipan a supuestas catástrofes.

Pero sí que podemos crear condiciones de bienestar para darnos un plus de energía para esos trances en que queda poco de nosotras y necesitamos sostener las sesiones de nuestros pacientes.

Por supuesto, primer recurso en caso de necesitarlo recurrir a una terapia. No creamos que solas podemos porque trabajamos en el ámbito psi. Dejémonos ayudar.

Mientras las cosas marchan bien, dediquémonos a vivir una vida llena de cosas buenas, elegidas, disfrutadas para tener esa reserva que ojalá nunca necesitemos, pero que si así fuera, ya está la experiencia ganada. ¡No es un mensaje new age! Si venís leyendo este blog, sabés que no hablo ni pienso desde ese lugar. Pero sí soy una convencida de que somos responsables de las decisiones que tomamos, y que eso perfila el rumbo para dónde vamos, que lo que elegimos nos marca. Esperar a hacer un día, a concretar cuando pueda, a lograr cuando… es postergar. La opción está. Se trata de accionar o no. No hay más.

Rodearnos de afectos, elegir qué y con quién y que valga la pena. Los cantos de sirenas engañan, y confunden. Creer solamente en la propia voz y necesidad.

Y si llega un momento de estos, aceptarlo. Si hicimos buenas elecciones previas, si tenemos bastantes recursos, la fuerza va a salir de algún lado. Después de tocar fondo, la calma volverá de a poco. Eso dice la teoría, y así también lo indica la experiencia. rearmarnos, reenfocar, capitalizar el aprendizaje.  

Les dejo un gran abrazo y hasta la próxima lectura.

María Inés Acuña

Psicopedagoga

Por | 2020-02-20T08:02:08-03:00 octubre 24th, 2019|[Ser Terapeuta]|5 Comentarios

  1. Gimena octubre 24, 2019 at 7:19 pm - Reply

    Nuevamente gracias por tu generisidad, sinceramente te cuento que el leer tu blog me ubica con un montón de dudas, me invita a pensar y pensansarme en mi próximo rol de psp… que agradecida estoy de haberte tenido como docente y que seas tan generosa de compartir tus conocimientos y experiencias para ayudar a pensar y pensarnos, sigo adicta cada dìa más a tu blog… cariños!

    • María Inés Acuña octubre 24, 2019 at 10:04 pm - Reply

      Sos un amor Gime! Honrada yo también de haberte conocido. ❤️

  2. Mariana octubre 24, 2019 at 10:09 pm - Reply

    Hola!
    Me sentí sumamente identificada, el año pasado a poco tiempo de largarme en consultorio, perdí un embarazo, mi primer embarazo. Fue (y es) un golpe muy duro, nose como ni con qué fuerzas pero a la semana retome mi vida laboral como siempre. No lo hice por necesidad económica, sino porque sentía que si me quedaba en casa, no me levantaba más.
    Con ayuda psicológica, de mi familia y amigos realizo mi duelo; pero considero que lo que más me ayudó fue el trabajo.
    Gracias por este post y tus palabras!!
    Besos

    • María Inés Acuña octubre 25, 2019 at 10:15 am - Reply

      Gracias a vos Mariana! Un abrazo

  3. Margarita noviembre 13, 2019 at 10:25 am - Reply

    Tenia atrasados algunos de tus post para leer y saborear. Sabias tus palabras y llenas de humildad, generosa, enriquecedoras incluso siendo de otra profesión, me llenan de reflexión y entusiasmo! Gracias!

Deje un Comentario Cancelar la respuesta