Comprender las necesidades cognitivas de nuestros pacientes nos permite a los psicopedagogos diseñar, pensar recursos y proponer actividades razonables.
No es imposible. La mayor dificultad en este aspecto, estará en decidir el ritmo y la complejidad para que de verdad se favorezcan modificaciones sustentables. Pero este es sólo uno de los ejes de nuestra tarea. El eje para el que mejor nos preparan en la facultad.
Hace tiempo, en una supervisión, mi supervisora me miró seria a modo de conclusión y dijo: “tenés que armar el caso”.
Fue una de las mejores observaciones que me pudieron hacer.
Yo llevaba muchas anécdotas, fragmentos, relatos literales.
Y me centraba en los productos logrados más que en el proceso.
Cada sesión me parecía un fin en sí mismo.
Me implicaba en 1era persona, esperando que mis esfuerzos, todo lo que yo me preparaba y estudiaba se vieran reflejados en la evolución de ese niñ@.
Me costaba reconocer qué y porqué hacer, dónde mirar y escuchar. Y darle tiempo. Fue un buen señalamiento, que me permitió crecer como terapeuta.
En parte porque pude desprenderme de “los casos”.
Llamar “caso” a mis pacientes no me gusta. Pero es un concepto que me facilita nombrar, organizando y elaborando, para tomar cierta distancia de lo que les pasa.
“Armar el caso”.
Donde la historia de mi paciente y su familia, les pertenece y la transcurren.
Y donde ellos permiten que yo participe de algunas secuencias.
Que los pueda acompañar, observando e interviniendo. Aprendiendo de ellos y de las formas que toma el cambio que se produce.
Y transformando mis propios saberes.
Aprendí que nuestros pacientes necesitan ser vistos por nosotros, como ellos se nos quieren mostrar. Aceptar ese lugar que nos atribuyen para dar tiempo y oportunidad a que surja lo genuino.
Escucharlos desde su lenguaje más propio decir quién es / son y qué necesita/n. Porque esa experiencia, estará generando la capacidad de sintonizar consigo mismos.
Dar muchas pautas, decirles lo que deben hacer, dictaminar desde los “hay que”, puede estar reforzando la idea de que no saben… y nunca sabrán … quién es y qué puede ese hijo, que terminemos validando un cúmulo de afirmaciones y sentencias como ciertas, definiéndoles a él/ella y su familia, quiénes son.
Aceptar lo que ese niño propone.
Jugar el papel que nos invita a cumplir en este, su espacio.
Estar disponible, proveer una estructura.
Cuando esto se produce, cuando “se arma el caso”, surge la inmensa oportunidad de que estaremos ese niño y yo, vinculándonos en este ambiente protegido, ejercitando y desarrollando autonomía , jugando, pensando, diciendo, para que un día pueda mostrar su sí-mismo y todo lo aprendido en otros ámbitos.
Psicopedagoga
3 de marzo de 2017
podría contar como armó un caso para tener un ejemplo