Estar en las redes sociales es un nuevo modo de existir.
Es un agitado universo que implica entender cómo se publica, lo que se dice, cómo se opina.
Para quienes nacimos en otras formas de comunicarnos, las de papel y lápiz, de álbum de fotos protegidas con papel de celofán, las de decirnos las cosas mirándonos a los ojos, es raro.
Lo instantáneo, lo expansivo, lo abstracto que se vuelve el reconocernos en el otro – o no- es fascinante, angustiante, intrigante.
Son experiencias que se agregan a la experiencia diaria común y se meten en lo cotidiano. Muchos mundos ajenos de repente forman parte de nuestra realidad, como si nada. Y pensaba si nuestro trabajo, que intenta ser profundo, reflexivo, progresivo, minucioso, que necesita ser tan humano-real, ¿cambiará su sentido en este cyber-mundo?
Pensaba en los momentos fugaces pero concretos, que tenemos en sesión con nuestros niños y sus familias.
Que no se divulgan, no se muestran, no adquieren relevancia ni mayor interés que este estar-juntos en la pequeña historia que compartimos.
En lo interesante que se nos vuelven algunas «insignificancias», como el trazo de letras redonditas, o como aprender a usar las hojas del cuaderno, o cortar, pegar.
Pero que dejan marcas fuertes, en los pacientes y en su terapeuta. Marcas que van cruzadas por una emoción real que les da permanencia.
Tengo un paciente chiquito. Seis años. Es muy adorable.
Una de las cosas que me gusta de trabajar con él es que sonríe todo el tiempo.
Juega y escribe sonriendo.
Es un niño feliz.
Le cuesta hacer una enorme cantidad de cosas, pero es feliz.
Me agarra la mano cuando escribe.
Me abraza cuando llega.
Y corre hacia su mamá a contarle lo que hicimos cuando se va.
Si pudiera subir fotos de él y compartir esa experiencia, lo haría.
O de los abrazos de otros nenes. Los enojos geniales que me manifiestan. Hasta de los bostezos descarados ante algunas consignas.
Pero vamos a mantener la privacidad de nuestro contrato, no importa que el mundo haya cambiado.
Y no es sólo por cumplir con el secreto profesional, ni es por ellos.
Es por mí.
Porque voy entendiendo que lo pequeño es lo que da estructura.
Y que la novedad, la sorpresa, la supuesta foto, es donde empieza el cambio.
Pero el cambio, el de verdad, el que esperamos, el importante, es el que se asienta en el continuo fluir, en la secuencia, que se vuelve mucho más interesante cuanto más tranquila se percibe.
Psicopedagoga
12/07/2017
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