Un nuevo caso, ya evaluado

Tiempo estimado de lectura: 4 minutos.

Muchas veces si trabajamos en red, o porque estamos en un equipo donde las evaluaciones las hace otra persona, o porque la familia hace el diagnóstico con un profesional pero decide hacer el tratamiento con otro, recibimos a un/a paciente con una evaluación e indicación determinadas.

Hacer un diagnóstico lleva una serie de presupuestos y de decisiones clínicas, que ya sabemos, en nuestra comunidad profesional no necesariamente son «AlcoyanaAlcoyana», coincidencia plena. 

Hay profesionales que tienen una pespectiva más clínica, otros más psicométricos, otros cabalgan entre ambas ejes, y están las posiciones más neuropsicológicas. Entre medio de estos planteos básicos, tenemos un amplio abanico. Cada profesional hace un recorte y una propuesta según su personal plataforma de fundamentos.

Debemos agregar también que los años de experiencia y la forma en que se da la conexión con cada familia en particular, le dan un color diferencial a nuestra evaluación.

Eso me pasa a mí. Tengo un esquema, tengo mis criterios y acuerdos teóricos, que quienes siguen este blog ya reconocerán, pero puedo hacer modificaciones según lo que cada caso me vaya presentando. Ojo… no se trata de hacer inventos o improvisaciones, sino de que me permito tomar decisiones a medida que avanzo en el proceso diagnóstico. Por eso y en otro artículo lo podría ampliar, digo categóricamente que la principal herramienta en nuestro trabajo es la observación. Análisis y reflexión sobre cada momento que observamos.  Observación contínua y análisis.

Al cierre de la evaluación y cuando escribo mis informes o reportes, intento plasmar algo de estas observaciones, resultados y conclusiones.

Esta conclusión global-final, aunque sea provisoria, será la que me permita plantear los objetivos de tratamiento. Estos objetivos, estas prioridades, generalmente se expresan y comparten con la familia y con los otros profesionales que ya acompañen al caso. Pero también trato de plasmar por escrito algo de lo observado, porque si no soy yo quien continua el tratamiento, quiero que se entienda por dónde fuimos y qué devolví a esta familia.

Eso es así cuando yo evalúo y remito la información para que se continúe con otra psicopedagoga. Por supuesto que también hablaremos por teléfono, vía mail, o los papás pueden volverme a preguntar todo lo que necesiten.  Pero más allá de que no sigamos trabajando con ellos, tenemos que ocuparnos de articular la derivación, empezando y terminando nuestro trabajo con la tranquilidad de que se dio respuesta a la demanda que nos han hecho.

Ahora, ¿qué pasa cuando recibo yo el informe y el pedido de atender a un paciente que yo no evalué? Bueno, ya dije cómo llevo adelante el circuito del diagnóstico. Puede pasar que quien atendió antes a mi nuevo paciente aborde estas evaluaciones desde una perspectiva diferente a la mía.

Entonces, tendré que revisar lo dicho en el informe, lo que se trabajó con los padres y tratar de encontrar la lógica, armar la coherencia a cómo recibo el caso. Si el informe habla sólo de alguna de las áreas que me incumben, que me ocupan, tal vez tengo que tomarme unos encuentros para comprender aquello que no termino de ver. 

Pero además, necesito sí o sí armar un nuevo encuadre. Yo soy otra, mi espacio es otro, y yo trabajo en este espacio como trabajo yo.

Entonces, quiero/necesito armar una nueva matriz de vínculo y de ritmo de tarea. Quiero marcar mi forma de trabajar y entender la forma de aprender y vincularse de mi paciente.

¿Cómo lo hago? Puedo jugar, puedo hablar, puedo hacer tareas junto a él /ella, mirar cuadernos. Puedo recorrer el consultorio y ofrecer/mostrar lo que tenemos a disposición. Puedo retomar lo que trabajaron con la otra profesional, indagando sobre esto y dando lugar a que mi paciente verifique que se está dando una transición. Porque hubo alguien antes, pero ahora es otra persona. Sin embargo él/ella es el mismo y no vamos a ser indiferentes a lo anterior, sino que le vamos a dar lugar. Para que sea respetado, capitalizado y que se pueda inaugurar una nueva etapa.

¿Hago un nuevo diagnóstico? Depende, porque reevaluar no siempre es posible. Si la batería se tomó recientemente, no puedo porque va a arrojar resultados inválidos. Pero sí puedo proponer actividades, tareas que nos den el nivel de pensamiento, el nivel y uso de lenguaje, la creatividad, los aspectos conductuales y vinculares, además de la forma de desenvolverse con nosotros.

Cada fase de tratamiento implica una nueva alianza, hayamos hecho o no la evaluación. Asumamos que el primer tiempo de entrevistas no será «poner manos en la masa», más bien pensémoslo como el formateo de esta nueva relación.

Mi recomendación es no avanzar hacia el «trabajo» sin tener en claro

  • Quién es y qué necesita mi paciente
  • Cómo funciona esta familia y pensarlo en resonancia con su escuela
  • Comunicarme con la escuela
  • Comunicarme con los otros terapeutas
  • Tener claros mis objetivos de trabajo para los siguientes 4 meses.

…. sabiendo que todo puede reformularse.

Cuéntenme cómo arman su caso cuando reciben un paciente con la consigna de dar la contuidad.

Gracias por las lecturas y comentarios!!

María Inés Acuña

Psicopedagoga

Por | 2020-05-21T18:46:59-03:00 marzo 12th, 2020|[El Consultorio], [Ser Terapeuta]|1 Comment

One Comment

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    Carolina Garay marzo 13, 2020 at 3:09 pm - Reply

    Muy buena reflexión

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